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6 jul 2021

La muerte de la verdad (Michiko Kakutani)...


"Todo el mundo tiene derecho a su propia opinión, pero no a sus propios hechos"
(Daniel Patrick Moynihan)


No son estos tiempos que protejan la verdad ni la verdad es un valor al alza. En nuestro lenguaje común se han colado expresiones como hechos alternativos, fake news, sabiduría de la turba, posverdad, deconstrucción de los hechos, verdad democrática...

En todas estas expresiones subyace un fenómeno preocupante: la mentira bien disfrazada con apariencia de verdad está más cotizada que una verdad que resulte incómoda. La ignorancia se ha puesto de moda. El peligro es evidente ya que sin verdad, la demagogia se postula como candidata a ocupar su puesto y eso no acaba bien.

Todos sabemos que el plural de opinión es opiniones y no información, pero nos desinformamos en plataformas que fomentan la opinión manipulada. La gente se informa de lo que pasa a través de las redes sociales y llega a creer "la verdad popular". Internet ya no sólo refleja la realidad: ahora, la configura (DiResta).

El lenguaje ridículo plagado de tautologías estúpidas, de metáforas absurdas y la polarización maniqueísta está ganando espacio en el discurso político y social, con consecuencias nada provechosas. La ingeniería lingüística es burda pero eficaz. Un veneno que para muchos pasa inadvertido y, poco a poco, erosiona nuestra capacidad crítica hasta correr el riesgo de hacerla desaparecer. Los autócratas emplean el lenguaje como un arma para suprimir el pensamiento crítico, inflamar el fanatismo y secuestrar la democracia.

Como dijo Robert Heinlein, se tarda menos tiempo en influir en un millar de hombres apelando a sus prejuicios que convencer a uno solo empleando la lógica. Sale más rentable apelar a las emociones de la gente, no a su inteligencia, y emplear "fórmulas estereotipadas", que se repitan una y otra vez; hay que acosar sin descanso al adversario y etiquetarlo con una frase o eslogan distintivo que provocará reacciones viscerales

Los silos, bunkers, burbujas... en los que cada vez más nos estamos encerrando consciente o inconscientemente contribuyen a que nuestra subjetividad se fortalezca y nos alejemos del diálogo verdadero. Los motores de búsqueda se ajustan a nuestra opinión, monitorizan nuestros clics, controlan nuestros tiempos de permanencia; el algoritmo nos blinda en el bucle infinito del "yo", en silos de contenidos cada vez más estrechos y, en consecuencia, en jardines de pensamiento cada vez más reducidos.

A nivel individual nos estamos empobreciendo. A nivel social estamos poniendo en riesgo el modelo de sociedad democrática, plural y abierta occidental.


En Los orígenes del totalitarismo, Hannah Arendt escribió que "el sujeto ideal para un gobierno totalitario no es el nazi convencido ni el comunista convencido, sino el individuo para quien la distinción entre hechos y ficción, y entre lo verdadero y lo falso han dejado de existir".

En este libro, Michiko Kakutani advierte que las palabras de Hannah Arendt ya no parecen referirse a acontecimientos de hace más de un siglo sino que describen lo que ocurre en el mundo en que hoy vivimos. Kakutani analiza cómo los diversos populismos y fundamentalismos erosionan la idea de verdad y las instituciones democráticas al imponer el miedo y la ira por encima del debate razonado, y de qué manera se imponen aquellas construcciones retóricas que apelan únicamente a la emoción y al sentimiento.

¿Cómo ha sido posible que la verdad y la razón se hayan convertido en especies en peligro de extinción? ¿Qué augura su agonía para nuestro discurso público y el futuro de nuestras políticas y nuestra gobernanza? Responder a todas estas cuestiones es el objeto de este libro. 

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