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6 jul 2023

Los ocho pecados mortales de la humanidad civilizada (Konrad Lorenz)

 


A pesar de ser escrito en 1973, Konrad Lorenz habla de ocho procesos diferenciados que no sólo amenazan con el ocaso de nuestra civilización, sino también de la Humanidad como especie. Un elenco de problemas que aún pueden hacernos reflexionar sobre su vigencia y su desarrollo desde el análisis de Lorenz en el siglo XX.

Tales procesos, según su interpretación, son los siguientes:

1) Superpoblación de la Tierra que, mediante una oferta excesiva de contactos sociales, impone a cada ser humano la necesidad de precaverse contra ello en una forma esencialmente «no humana», y que, por añadidura, desata la agresividad directa con el confinamiento de muchos individuos en un espacio reducido.

2) Devastación del espacio vital natural que no sólo destruye el medio ambiente externo donde vivimos, sino también el respeto mostrado siempre por el hombre a la belleza y grandiosidad de una creación infinitamente superior a él.

3) Competencia de la Humanidad consigo misma que propulsa el desarrollo tecnológico en perjuicio nuestro, ofusca a los hombres en la apreciación de todo valor auténtico y les arrebata el tiempo que deberían dedicar a la genuina actividad humana de la reflexión.

4) Atrofia de todos los sentimientos y afectos vigorosos mediante el enervamiento. El progreso tecnológico y farmacológico origina una creciente intolerancia contra todo cuanto ocasione el menor desagrado. Con ello desaparece la capacidad humana para el disfrute, que sólo es posible después de haberse superado con gran esfuerzo los impedimentos. El movimiento ondulatorio natural de los contrastes entre pesar y alegría decrece en oscilaciones imperceptibles hasta ocasionar un indecible aburrimiento.

5) Decadencia genética. Dentro de la civilización moderna no hay factor alguno —salvo el «sentido jurídico natural» y muchas tradiciones jurídicas transmitidas— que ejerza una presión selectiva sobre el desarrollo y mantenimiento de las normas sociales del comportamiento, aun cuando esto sea cada vez más necesario con el incremento de la Humanidad. No cabe excluir la posibilidad de que el infantilismo por cuya causa se han convertido en parásitos sociales muchos jóvenes «rebeldes» contemporáneos, tenga condiciones genéticas.

6) Quebrantamiento de la tradición. Por este conducto se llega a un punto crítico en que la generación más joven no consigue entenderse culturalmente con la mayor, y menos todavía, identificarse. Así, pues, trata a ésta como un grupo étnico exótico y la afronta con odio nacionalista. Las causas de ese complejo «identificación-perturbación» obedecen, sobre todo, al deficiente contacto entre padres e hijos, lo que tiene ya consecuencias patológicas en el período de la lactancia.

7) Formación indoctrinada creciente de la Humanidad. La multiplicación de los grupos culturales aislados donde se agrupan los hombres origina, en combinación con el perfeccionamiento de los recursos técnicos, un influjo sobre la opinión pública tendente a uniformar los criterios con una intensidad jamás conocida por ninguna época de la historia humana. Por añadidura, la acción sugestiva de una doctrina firmemente inculcada se acrecienta con el número de adictos, y quizás incluso en proporción geométrica. Hoy día, cuando un individuo se sustrae a la influencia de los medios informativos, por ejemplo la Televisión, se le imputan tendencias patógenas. Los efectos contrarios al individualismo son muy bien acogidos por quienes pretenden manipular las grandes masas humanas. Investigación de la opinión, técnica publicitaria y hábil encauzamiento de la moda favorecen, por un lado, a los grandes, y por otro, a los funcionarios allende el Telón de Acero para obtener un dominio similar sobre las masas.

8) El que la Humanidad se haya provisto de armas nucleares representa para ella unos peligros bastante más fáciles de evitar que los que son resultado de los siete procesos antedichos.

Los procesos de deshumanización descritos en los primeros siete capítulos encuentran apoyo en la doctrina seudodemocrática que no determina el comportamiento social y moral del hombre mediante la organización evolutiva e historicogenealógica de su sistema nervioso y de sus órganos sensoriales, sino por conducto del «condicionamiento» al cual se ve sometido en el curso de su ontogenia según sus respectivos medios ambientes culturales.

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