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2 ene 2023

Sapiens frente a Sapiens...


¿Puede nuestra especie Homo Sapiens adaptarse a las consecuencias deslumbrantes de su éxito desde hace 40.000 años y a su ampliación sin precedentes desde hace medio siglo?

No hace tanto tiempo, diversas especies humanas compartían la Tierra en tres imperios: los neandertales en Europa, los denisovanos en Asia y los sapiens en África. Intercambiaban técnicas y genes -hoy en día, la diversidad de las poblaciones se debe en parte a los genes captados por medio de hibridaciones múltiples con especies hermanas, tanto humanas como sapiens-. 

A continuación, poblaciones de sapiens más recientes (nuestra especie, los sapiens modernos), salidas de África, se fueron a pie y en barco a la conquista del mundo hasta Australia y América, antes de acorralar y expulsar a los neandertales de Europa. 

Esta es la espléndida aventura que cuenta este ensayo de Pascal Picq. Pero, ¿podrá esta asombrosa adaptabilidad de los hombres desde hace más de un millón de años servir para nuestra adaptación en un mundo urbanizado, conectado, contaminado y con los ecosistemas devastados? El éxito desigual de sapiens lo hace ahora el único responsable de su porvenir: sapiens se enfrenta a sapiens.

Nuestros ancestros provienen por evolución en mosaico de varias especies de pre-homínidos y homínidos que acabaron por confluir en tres grupos de homo: neandertales, davisionianos y sapiens. Nosotros provenimos de los sapiens (homo erectus evolucionados hace 1,4 millones de años), de una tercera oleada de sapiens (los sapiens modernos) que se impuso al resto de homínidos gracias a factores biológicos, genéticos, coevolutivos, técnicos, culturales… y una chispa de suerte.

No ha sido una aventura nada fácil llegar hasta aquí y acabar siendo lo que somos. Hemos sabido adaptarnos a las dificultades de los cambios climáticos y crisis; hemos aprovechado las oportunidades colaterales de las que ni siquiera fuimos ejecutores.

Hace medio siglo, los paleoantropólogos y los prehistoriadores acordaron, más por comodidad que por convicción, asociar un tipo de hombre prehistórico con un tipo de cultura prehistórica:
  • Homo habilis para la Olduvaye;
  • Homo erectus para el Paleolítico antiguo con el Achelense;
  • Neandertal u Homo neanderthalensis para el Paleolítico medio con el Musteriense;
  • Y Homo sapiens para el Paleolítico superior.
Este esquema que durante mucho tiempo fue muy útil, no se ha mantenido desde hace varios decenios. Sabemos que los neandertales fueron contemporáneos de Sapiens. Tenemos certezas que nos indican que neandertales, sapiens y otras subespecies convivieron juntos y en relativa armonía. Los hábitos sociales de los sapiens favorecieron su éxito reproductivo y su explosión demográfica. De manera colateral, fueron responsables indirectos de la desaparición paulatina del resto de homos (sobreexplotación, reducción a entornos endogámicos, transmisión de patógenos…).

Fuimos evolucionando tomando las decisiones adecuadas y nos impusimos (o más bien, los demás fueron perdiendo en la lucha por su supervivencia). Hay que tener en cuenta que existen dos tipos de coevolución: la coevolución natural y la coevolución biocultural. La primera describe las interacciones entre las especies de una comunidad ecológica: relaciones presas y depredadores, insectos libadores y plantas, plantas y consumidores, múltiples formas de parasitismo y de interdependencia, etcétera. La segunda, la coevolución biocultural, es específica del género Homo y constituye en este sentido una característica propia. Las elecciones culturales de nuestros antepasados han seleccionado a nuestros genes. Tuvimos suerte. Eligieron mejor.

Los humanos actuales presentamos diversas particularidades en términos de reproducción: una gestación relativamente más corta y la capacidad de reducir la brecha entre dos nacimientos, la cual, en los grandes simios, es de cuatro a seis años. Esto sólo es posible si las sociedades humanas organizan una determinada cooperación, asistencia y cuidados para permitir a las madres volver a procrear, asegurando la supervivencia y la educación del niño pequeño y de los otros hijos. Esta estrategia es muy rara en materia de reproducción –y única en el estado actual de los conocimientos de las otras especies sociales de mamíferos, incluso entre los simios y los grandes simios–, basada a la vez en la calidad y la cantidad que ha permitido el poblamiento de la Tierra.

Más allá de la moda actual del altruismo, los estudios comparados de etología muestran que las sociedades que practican la solidaridad, la cooperación y el altruismo se adaptan mejor y resisten mejor en los periodos de crisis; lo que vale, en promedio, entre especies y poblaciones de una misma especie, con diferencias muy grandes.

Desde Homo erectus (hace un millón y medio de años), la humanidad inventó diferentes tipos de “razones gráficas”. Los Sapiens arcaicos como los neandertales grababan en las piedras esquemas estriados cuyos significados ignoramos. Pero esto no es comparable a la explosión de formas artísticas de los Sapiens modernos, esos grandes frescos del arte mural rupestre.

La aparición de aldeas, de ciudades, de Estados y de imperios, supuso un salto cualitativo en nuestra historia. Las sociedades adoptan organizaciones más verticales, a la imagen de las colinas y los monumentos del poder (pirámides, zigurats, acrópolis, etcétera). Y las sociedades se articulan en tres grandes clases: nobles y guerreros –sacerdotes y letrados–, campesinos en las zonas rurales y artesanos en las ciudades según sus diversos oficios (alfarería, metalurgia, carpintería, corte de la piedra, etcétera.)

Las clases dominantes se atribuyen sus propios medios técnicos de dominación. Los nobles y los guerreros se apoyan en las técnicas de la guerra con la producción de armas, que son herramientas destinadas al combate entre humanos. Desde entonces, una parte considerable de las invenciones técnicas está dedicada a las armas, lo que siempre es el caso. Por su parte, los sacerdotes y clérigos se aseguran sus propias armas para el control de los soportes materiales de los conocimientos y las ideas, atribuyéndose la producción, la interpretación y la difusión. Una de las características de la Era Axial reside en la capacidad de las élites de imponer concepciones oficiales del mundo, incluso si éstas chocan con otras representaciones o simplemente con el sentido común (natural).

Otra intervención de gran peso es el comercio. Es en este contexto donde surge la revolución axial, siendo las rutas comerciales las de la difusión de los nuevos sistemas filosóficos y religiosos, con los grandes fundadores antes citados. Uno de los medios técnicos más eficaces para la difusión de los mismos es el comercio; ideas y bienes viajan juntos. Pero otros agentes utilizan estas rutas de las ideas y los bienes: los agentes patógenos. Enfermedades de la civilización como la gripe, aparecida en China, no dejan desde entonces de diezmar a las poblaciones.

Desde la aparición de la humanidad con Homo erectus, los cambios climáticos y ambientales han empujado a las sociedades humanas, incluso si ellas aumentan su potencia ecológica. Para Sapiens, es lo que ocurrió con el efecto de "bomba del Sahara". Las diversas salidas de África de las poblaciones de nuestra especie, en sus formas antiguas o modernas, están vinculadas a periodos dramáticos de desertificación. El escenario se repite.

Homo siempre fue un gran simio migrante, ya sea bajo la presión de limitaciones ambientales, económicas, sociales, políticas o simplemente arrastrado por el deseo de ir a otro lugar, ya sea conocido, desconocido o fantaseado. 

Parece que la mayoría de Sapiens se encuentra mal adaptada económica, social y sanitariamente a la ecología urbana. El éxito del linaje humano se ha basado en su sexualidad, su movilidad, su curiosidad y en la búsqueda de mejores recursos. Todo esto se está desmoronando para más de la mitad de la humanidad; es la mala-evolución.


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